la nueva generacion de jihadistas:Canada y el Reino Unido no se han dado cuenta
A lo largo de los 9 últimos meses, los discursos de Osama Bin Laden, Aymán Zawahiri, otras cuadrillas jihadistas y los documentos descubiertos tras la detención del arquitecto del terror Abú Mus'ab al Suri, todo ponía sobre aviso a Occidente y las democracias: la segunda generación de al-Qaeda está en marcha.
Escribe Walid Phares que la "lista de países de la jihad" incluye a aquellos países cuyas tropas están involucradas en batallas contra los terroristas en todo el mundo, o cuyas fuerzas policiales intentan frenar a las células en casa.
Más allá de los países-objetivo "regulares", como Estados Unidos, el Reino Unido, Australia, Rusia, la India, Jordania o Israel, muchos otros países "infieles" encabezan los 20 primeros puestos de la lista: Dinamarca, Holanda, Italia, España, Noruega, Bélgica, Alemania, Portugal, Canadá, etc.
El primer tipo de países, aquellos involucrados directamente en confrontaciones con las redes jihadistas en campos de batalla tales como Afganistán o Irak, son "objetivos claros". Ésta es la lista A. Sin embargo, los países de la lista B son "enemigos de la causa", y la decisión de atacarlos se encuentra en manos de "los emires locales".
Esta semana, dos países procedentes de las listas A y B fueron testigo de operaciones puntuales del contraterrorismo que llevan a los arrestos de docenas de sospechosos, y a la frustración, según las autoridades, de futuros atentados en potencia: Gran Bretaña y Canadá. Las maniobras de seguridad tuvieron éxito, pero ¿las declaraciones públicas estuvieron igual de acertadas?
En la capital británica, operaciones encubiertas terminaron en la detención de jóvenes acusados de preparar "una bomba sucia". Las autoridades hablan de una campaña en marcha encaminada a detonar la bomba en territorio británico.
"Estamos absolutamente seguros de que este dispositivo existe y de que podría ser utilizado o bien por un terrorista suicida, o en una explosión por control remoto", declaraba una fuente al diario The Sun.
A primera vista, los acostumbrados a tratar con el jihadismo se darán cuenta de que este descubrimiento está estratégicamente ligado a la guerra emprendida en Londres el pasado julio.
No hace falta un análisis concienzudo para ver que la Ghazwa [operación jihadista] lanzada el 7 de julio fue una primera ronda, seguida de una fallida durante el verano, y lo más probable es que los recientes descubrimientos fueran a ser los ataques del 2006 tras los del año pasado.
Sin embargo, uno observa que los portavoces británicos se extendieron bastante sólo para destacar que "no hay pruebas en los arrestos de la semana pasada de que estén vinculados con los atentados del terror 7 de julio".
La declaración oficial, de servir para algo, demuestra el miedo de las autoridades británicas a las declaraciones de Guerra. Los políticos de Londres mencionan teóricamente la Guerra contra el Terror, pero a la hora de la verdad, rehúsan ver la realidad política delante de ellos.
Sugerir que "nada" indica que la célula jihadista que estaba a punto en consecuencia de masacrar a civiles británicos este año estuviera vinculada a los ataques del año pasado es indicativo del fracaso estratégico en los conceptos de la guerra.
Una vez que el enemigo es definido, todas las fuerzas están vinculadas entre sí. De otro modo, los londinenses no habrían establecido un vínculo entre cada uno de los Stukas enviados por la Luftwaffe durante el Blitz de 1940.
Mientras me reúno con legisladores británicos y europeos, me doy cuenta de que el debate acerca del "jihadismo" aún resuena a este lado del Océano. A pesar del hecho de que las dos generaciones de al-Qaeda son claras en la materia, los funcionarios pasan aún de puntillas por el tema. Si Londres no identifica la ideología de la guerra en expansión declarada contra su pueblo, es difícil conectar cualquier ataque con otro.
Canadá duda aún más. Mientras que los diecisiete sospechosos fueron detenidos por planear ataques terroristas en Toronto, las autoridades canadienses y parte de los medios luchan por "reconocer" la identidad de la amenaza.
"Los hombres arrestados ayer parecen haberse convertido en fieles de la ideología violenta inspirada por al-Qaeda", decía Luc Portelance, el asistente del director de operaciones de la agencia de seguridad de Canadá. Las dudas en la retórica son impresionantes.
A pesar de la claridad con la que al-Qaeda y los jihadistas de todo el mundo impulsan su designación doctrinal de sus enemigos, muchos en Occidente y hoy en Canadá aún están nerviosos. Ottawa menciona "una ideología violenta", pero se abstiene de citar su nombre, por no decir sus objetivos.
Parte de la prensa discurre en la dirección opuesta buscando "motivos" para el terrorismo. El Toronto Star informaba el sábado de que "jóvenes canadienses en su adolescencia y de veintitantos, furiosos con el tratamiento de los musulmanes en todo el mundo, se encuentran entre los detenidos".
Probablemente sin saberlo, el Toronto Star adopta el argumento propagandístico de al-Qaeda.
En la práctica, la "versión" de Bin Laden y sus subalternos se encuadra por completo en su cinta del pasado abril, en la que "Los musulmanes están bajo ataque en todas partes, por tanto, se impone la jihad". Extrañamente, en lugar de citar las valientes voces musulmanas que se oponen al jihadismo, el análisis periodístico discurre según las reclamaciones declaradas de los presuntos terroristas.
Obviamente, el sentido común brilla por su ausencia mientras el conocimiento experto apropiado aflora con rapidez en Estados Unidos y Canadá por igual, y gracias a al Jazira y las páginas web salafíes, los cruces doctrinales reales tras las células auto-establecidas están saliendo a la luz.
En tres días, Londres y Toronto han sufrido un encuentro, afortunadamente exitoso, con jihadistas de segunda generación.
Cientos de ciudadanos a ambos lados del Atlántico pueden haber sido salvados por ahora. Pero es crucial que mientras se desarrolla esta nueva etapa de la Guerra contra el Terror, la mente del público sea servida con tanta eficiencia como su seguridad.
Proporcionar al público tantos datos como sea posible acerca de la ideología de al-Qaeda, su estrategia y su ideología, depende por completo de las autoridades, y con suerte de la prensa. Sin una movilización en masa del público y su habilidad, la próxima generación de jihadistas, que ya está operando dentro de las democracias, puede irrumpir devastadoramente en las vidas de nuestras generaciones presentes y futuras.
Escribe Walid Phares que la "lista de países de la jihad" incluye a aquellos países cuyas tropas están involucradas en batallas contra los terroristas en todo el mundo, o cuyas fuerzas policiales intentan frenar a las células en casa.
Más allá de los países-objetivo "regulares", como Estados Unidos, el Reino Unido, Australia, Rusia, la India, Jordania o Israel, muchos otros países "infieles" encabezan los 20 primeros puestos de la lista: Dinamarca, Holanda, Italia, España, Noruega, Bélgica, Alemania, Portugal, Canadá, etc.
El primer tipo de países, aquellos involucrados directamente en confrontaciones con las redes jihadistas en campos de batalla tales como Afganistán o Irak, son "objetivos claros". Ésta es la lista A. Sin embargo, los países de la lista B son "enemigos de la causa", y la decisión de atacarlos se encuentra en manos de "los emires locales".
Esta semana, dos países procedentes de las listas A y B fueron testigo de operaciones puntuales del contraterrorismo que llevan a los arrestos de docenas de sospechosos, y a la frustración, según las autoridades, de futuros atentados en potencia: Gran Bretaña y Canadá. Las maniobras de seguridad tuvieron éxito, pero ¿las declaraciones públicas estuvieron igual de acertadas?
En la capital británica, operaciones encubiertas terminaron en la detención de jóvenes acusados de preparar "una bomba sucia". Las autoridades hablan de una campaña en marcha encaminada a detonar la bomba en territorio británico.
"Estamos absolutamente seguros de que este dispositivo existe y de que podría ser utilizado o bien por un terrorista suicida, o en una explosión por control remoto", declaraba una fuente al diario The Sun.
A primera vista, los acostumbrados a tratar con el jihadismo se darán cuenta de que este descubrimiento está estratégicamente ligado a la guerra emprendida en Londres el pasado julio.
No hace falta un análisis concienzudo para ver que la Ghazwa [operación jihadista] lanzada el 7 de julio fue una primera ronda, seguida de una fallida durante el verano, y lo más probable es que los recientes descubrimientos fueran a ser los ataques del 2006 tras los del año pasado.
Sin embargo, uno observa que los portavoces británicos se extendieron bastante sólo para destacar que "no hay pruebas en los arrestos de la semana pasada de que estén vinculados con los atentados del terror 7 de julio".
La declaración oficial, de servir para algo, demuestra el miedo de las autoridades británicas a las declaraciones de Guerra. Los políticos de Londres mencionan teóricamente la Guerra contra el Terror, pero a la hora de la verdad, rehúsan ver la realidad política delante de ellos.
Sugerir que "nada" indica que la célula jihadista que estaba a punto en consecuencia de masacrar a civiles británicos este año estuviera vinculada a los ataques del año pasado es indicativo del fracaso estratégico en los conceptos de la guerra.
Una vez que el enemigo es definido, todas las fuerzas están vinculadas entre sí. De otro modo, los londinenses no habrían establecido un vínculo entre cada uno de los Stukas enviados por la Luftwaffe durante el Blitz de 1940.
Mientras me reúno con legisladores británicos y europeos, me doy cuenta de que el debate acerca del "jihadismo" aún resuena a este lado del Océano. A pesar del hecho de que las dos generaciones de al-Qaeda son claras en la materia, los funcionarios pasan aún de puntillas por el tema. Si Londres no identifica la ideología de la guerra en expansión declarada contra su pueblo, es difícil conectar cualquier ataque con otro.
Canadá duda aún más. Mientras que los diecisiete sospechosos fueron detenidos por planear ataques terroristas en Toronto, las autoridades canadienses y parte de los medios luchan por "reconocer" la identidad de la amenaza.
"Los hombres arrestados ayer parecen haberse convertido en fieles de la ideología violenta inspirada por al-Qaeda", decía Luc Portelance, el asistente del director de operaciones de la agencia de seguridad de Canadá. Las dudas en la retórica son impresionantes.
A pesar de la claridad con la que al-Qaeda y los jihadistas de todo el mundo impulsan su designación doctrinal de sus enemigos, muchos en Occidente y hoy en Canadá aún están nerviosos. Ottawa menciona "una ideología violenta", pero se abstiene de citar su nombre, por no decir sus objetivos.
Parte de la prensa discurre en la dirección opuesta buscando "motivos" para el terrorismo. El Toronto Star informaba el sábado de que "jóvenes canadienses en su adolescencia y de veintitantos, furiosos con el tratamiento de los musulmanes en todo el mundo, se encuentran entre los detenidos".
Probablemente sin saberlo, el Toronto Star adopta el argumento propagandístico de al-Qaeda.
En la práctica, la "versión" de Bin Laden y sus subalternos se encuadra por completo en su cinta del pasado abril, en la que "Los musulmanes están bajo ataque en todas partes, por tanto, se impone la jihad". Extrañamente, en lugar de citar las valientes voces musulmanas que se oponen al jihadismo, el análisis periodístico discurre según las reclamaciones declaradas de los presuntos terroristas.
Obviamente, el sentido común brilla por su ausencia mientras el conocimiento experto apropiado aflora con rapidez en Estados Unidos y Canadá por igual, y gracias a al Jazira y las páginas web salafíes, los cruces doctrinales reales tras las células auto-establecidas están saliendo a la luz.
En tres días, Londres y Toronto han sufrido un encuentro, afortunadamente exitoso, con jihadistas de segunda generación.
Cientos de ciudadanos a ambos lados del Atlántico pueden haber sido salvados por ahora. Pero es crucial que mientras se desarrolla esta nueva etapa de la Guerra contra el Terror, la mente del público sea servida con tanta eficiencia como su seguridad.
Proporcionar al público tantos datos como sea posible acerca de la ideología de al-Qaeda, su estrategia y su ideología, depende por completo de las autoridades, y con suerte de la prensa. Sin una movilización en masa del público y su habilidad, la próxima generación de jihadistas, que ya está operando dentro de las democracias, puede irrumpir devastadoramente en las vidas de nuestras generaciones presentes y futuras.
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