los dados estan echados
Por GEES
A escasas horas de que el director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, el egipcio Al Baradei, informe a la ONU sobre el programa nuclear de Irán, todo apunta a que los dados o las cartas están ya echados. Por muy optimista que quiera ser Al Baradei –y ya se ha confesado afirmando que él no cree en las malas intenciones de Irán–, su informe sólo puede dar fe del rechazo de las autoridades de Teherán a abandonar su programa de enriquecimiento de uranio tal y como le viene demandando la comunidad internacional. Es altamente posible, no obstante, que los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ante los que exponga sus conclusiones no lleguen a ningún acuerdo sobre qué hacer a la luz del informe.
Los partidarios de no hacer mucho, Rusia y sobre todo China, apuntarán a que enriquecer uranio no está prohibido por las obligaciones originales del TNP, sino por un protocolo adicional que Irán firmó en 2004 y cuyo valor jurídico no puede ser el mismo que el del tratado. Su argumentación, como es bien sabido, esconde el deseo de mantener unas buenas o privilegiadas relaciones comerciales en materia de petróleo con Irán. Entre los que defiende una posición de mayor firmeza, los países europeos y Estados Unidos, la posición tampoco es unánime. Para Francia e Inglaterra, por ejemplo, la cuestión debe ceñirse exclusivamente a evitar o impedir que Irán se haga con un arma nuclear. Por el contrario, para los americanos, la inclinación va más en la dirección de cambiar el régimen de los ayatolas, que consideran un impedimento más en su carrera por transformar el Gran Oriente Medio.
A todo esto, Irán ya ha anunciado que endurecerá su política y cortará toda relación con la AEIA si se discuten y llegan a imponer sanciones contra su régimen a causa del programa nuclear. Pero en Teherán tampoco se ven las cosas de manera monolítica. La figura del presidente Mahamud Ahmanidejad está en cuestión desde distintos ángulos y podría muy bien entrar en crisis antes de lo que se piensa. Así, por ejemplo, Ramsafjani ha ido más lejos que él al adelantarse a anunciar al mundo que Irán ya está enriqueciendo uranio; al mismo tiempo, otros líderes eclesiásticos partidarios de un Irán potencia atómica se preguntan si el radicalismo de Ahmadinejad no resulta demasiado contraproducente, al fortalecer el frente internacional critico con Irán. Una figura de apariencia más moderada y tono más conciliador podría rebajar la tensión con los occidentales a la vez que ir ganando tiempo para seguir con la investigación y el desarrollo de la bomba.
Pero de momento, no parece que se vaya a producir grandes decisiones. Todos quieren ganar tiempo. Y para matar tiempo, nada mejor que una larga discusión en las Naciones Unidas.
A escasas horas de que el director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, el egipcio Al Baradei, informe a la ONU sobre el programa nuclear de Irán, todo apunta a que los dados o las cartas están ya echados. Por muy optimista que quiera ser Al Baradei –y ya se ha confesado afirmando que él no cree en las malas intenciones de Irán–, su informe sólo puede dar fe del rechazo de las autoridades de Teherán a abandonar su programa de enriquecimiento de uranio tal y como le viene demandando la comunidad internacional. Es altamente posible, no obstante, que los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ante los que exponga sus conclusiones no lleguen a ningún acuerdo sobre qué hacer a la luz del informe.
Los partidarios de no hacer mucho, Rusia y sobre todo China, apuntarán a que enriquecer uranio no está prohibido por las obligaciones originales del TNP, sino por un protocolo adicional que Irán firmó en 2004 y cuyo valor jurídico no puede ser el mismo que el del tratado. Su argumentación, como es bien sabido, esconde el deseo de mantener unas buenas o privilegiadas relaciones comerciales en materia de petróleo con Irán. Entre los que defiende una posición de mayor firmeza, los países europeos y Estados Unidos, la posición tampoco es unánime. Para Francia e Inglaterra, por ejemplo, la cuestión debe ceñirse exclusivamente a evitar o impedir que Irán se haga con un arma nuclear. Por el contrario, para los americanos, la inclinación va más en la dirección de cambiar el régimen de los ayatolas, que consideran un impedimento más en su carrera por transformar el Gran Oriente Medio.
A todo esto, Irán ya ha anunciado que endurecerá su política y cortará toda relación con la AEIA si se discuten y llegan a imponer sanciones contra su régimen a causa del programa nuclear. Pero en Teherán tampoco se ven las cosas de manera monolítica. La figura del presidente Mahamud Ahmanidejad está en cuestión desde distintos ángulos y podría muy bien entrar en crisis antes de lo que se piensa. Así, por ejemplo, Ramsafjani ha ido más lejos que él al adelantarse a anunciar al mundo que Irán ya está enriqueciendo uranio; al mismo tiempo, otros líderes eclesiásticos partidarios de un Irán potencia atómica se preguntan si el radicalismo de Ahmadinejad no resulta demasiado contraproducente, al fortalecer el frente internacional critico con Irán. Una figura de apariencia más moderada y tono más conciliador podría rebajar la tensión con los occidentales a la vez que ir ganando tiempo para seguir con la investigación y el desarrollo de la bomba.
Pero de momento, no parece que se vaya a producir grandes decisiones. Todos quieren ganar tiempo. Y para matar tiempo, nada mejor que una larga discusión en las Naciones Unidas.
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