una distraccion fraudulenta
(originalmente publicado en tizas)
"Cuando nada más funciona, siempre queda Israel". Explica Amir Taheri que así le gustaba describir al difunto periodista egipcio Lutfi al-Juli el lema del radicalismo árabe hace décadas.
El análisis era válido, porque la obsesión árabe con Israel sí funcionó en incontables ocasiones. Los déspotas utilizaron a Israel como excusa de su brutal gobierno. Los líderes corruptos adoptaban la retórica anti-israelí como medio de desviar la atención de sus malas obras. Los intelectuales confusos utilizaban a Israel como objeto de odio para esconder su ineptitud.
Tampoco eran solamente los radicales árabes. El difunto ayatolá Ruholah Jomeini, padre de la República Islámica de Irán, también utilizaba la retórica anti-Israel cuando quiera que se encontrara contra las cuerdas.
Más recientemente, tres hombres han intentado jugar la baza de Israel como medio de escapar de sus respectivos atolladeros: el Presidente de la República Islámica Mahmoud Ahmadinejad, el Presidente de Siria Bashar al-Assad, y Hassán Nasralah, líder de la rama libanesa de Hezbolá. Todos se encuentran bajo creciente presión, tanto de sus electorados nacionales como de la opinión internacional.
Ahmadinejad se encuentra presionado para responder a la oferta de incentivos de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU mas Alemania. Sabe que una respuesta positiva a la oferta podría marcar el final de su estrategia de extender la influencia de la República Islámica por todo Oriente Medio - pero un rechazo del paquete podría aislar a su régimen, provocar sanciones internacionales, y debilitar su ya inestable régimen dentro de Irán.
Para evitar tener que hacer esa elección, Ahmadinejad decide jugar la baza de Israel. Esto significa movilizar el activo de Hezbolá que la República Islámica creó en el Líbano en 1982 y que ha financiado, entrenado y armado durante el último cuarto de siglo.
No es ningún accidente que, durante las diez últimas semanas, los suministros de armas a Hezbolá se hayan incrementado dramáticamente. En el mismo período, el ministro de defensa de Irán se reunió con los líderes y comandantes de Hezbolá en al menos dos ocasiones. Los medios iraníes dicen que la República Islámica también incrementó el tamaño de su delegación militar de asesoría a Hezbolá como "precaución contra la agresión israelí".
El Assad de Siria también se encontró en posición de necesitar "un señuelo Israel". Los miembros de su familia y él y su administración se arriesgan a una condena por la presunta implicación en el asesinato del difunto premier libanés Rafik Hariri. Lo que es peor, los detractores de su régimen acaban de crear un frente unido en el que antiguos altos cargos baazistas se sientan junto a lideres de la Hermandad Musulmana y destacadas figuras socialdemócratas y liberales. Assad ha intentado sobrevivir convirtiéndose en un vasallo feudal de Teherán; pero sabe que sus amos iraníes podrían abandonarle en cualquier momento.
Provocar un nuevo conflicto con Israel a lo largo del Líbano podría dar a Assad la posibilidad de presentarse en el papel de pacificador. Buthaina Shaaban, uno de los ayudantes de Assad, ha destacado que, si se les permite volver al Líbano, los sirios están dispuestos a desarmar a Hezbolá y cerciorarse de que la frontera libanesa con Israel está tan tranquila como lo ha estado la frontera de tregua entre Siria e Israel durante décadas. Assad también podría estar dispuesto a abandonar a Hamas, igual que Siria abandonó al grupo terrorista kurdo PKK como parte de un acuerdo con Turquía hace una década.
Hezbolá también necesita un señuelo. Con la salida de los sirios y el inicio de la democratización del Líbano, el grupo se encuentra cada vez más aislado. Sus resultados en las primeras elecciones generales democráticas del Líbano fueron decepcionantes -- y su fracaso en las calles más aún. Cada vez que Hezbolá organizaba una manifestación contra las fuerzas democráticas, las segundas respondían con concentraciones cada vez mayores.
Está claro que la aplastante mayoría de los libaneses quiere ver desarmado a Hezbolá de modo que el país pueda tener un único ejército bajo control gubernamental. Así que, ¿qué mejor táctica para Hezbolá que inventar una nueva guerra contra Israel para recordar a los libaneses que aún necesitan a la milicia como su "resistencia nacional"?
El problema para Ahmadinejad, Assad y Hezbolá es que el señuelo Israel puede no funcionar esta vez como lo hizo en el pasado.
El presente conflicto puede haber desviado parte de la atención del G-8 del dossier nuclear iraní. Pero es improbable que el tema desaparezca.
Ahmadinejad sabe que no existe un electorado sustancial anti-Israel dentro de Irán. Su esperanza, por tanto, es lograr el apoyo de los regímenes y las masas árabes gracias a su postura ultra-radical contra Israel. Pero eso no sucedido. A excepción de Siria, ningún régimen árabe ha apoyado a la República Islámica en el tema nuclear. En cuanto a la mitológica "calle árabe", no hay pruebas de que esté a punto de "explotar" en apoyo de Ahmadinejad.
En cuanto a Siria, es improbable que el conflicto en el Líbano desvíe la atención internacional de la implicación del régimen de Assad en el asesinato de Hariri. Tampoco hay ninguna prueba de que Washington esté dispuesto a llegar a un acuerdo con Damasco para apuntalar el régimen de Assad a cambio de su cooperación en otros temas, incluyendo el desarme de Hezbolá.
El mayor perdedor bien podría ser Hezbolá. Ni Irán ni Siria están dispuestos a arriesgarse a una guerra mayor con el fin de salvarle de la destrucción. Esto quedaba claro el viernes, cuando Ahmadinejad, dando un discurso en una gira provincial, pedía a "la comunidad internacional" que pusiera fin al conflicto "conteniendo a Israel". Esto era extraño viniendo de un nombre que, antes del presente conflicto, había llamado a destruir Israel en más de una docena de ocasiones.
Dentro del Líbano, Hezbolá no ha logrado alistar el apoyo ni siquiera de sus aliados formales, incluyendo a Nabih Berri, el líder del Movimiento Amal chi'í más moderado, o el General Michel Aoun, el político maronita que había firmado una alianza con Nasralah.
Ahmadinejad, Assad y Hezbolá bien podrían haber planeado un conflicto limitado con Israel, en el que el estado judío retrocedería, granjeándoles una victoria moral. Su plan podría haberse basado en la premisa de que Israel no se atrevería a expandir el alcance de la guerra provocada por Hamas y Hezbolá.
Hoy, el trío se encuentra solo. La mayor parte de los árabes rechazan verse arrastrados a una guerra mayor en la forma de la cual nadie les dio vela. Además, la mayor parte de los libaneses no ve el motivo por el que debieran arriesgarse a la destrucción de su país únicamente para permitir a Hezbolá conservar un estado dentro del estado.
A la táctica del "señuelo Israel" se le podría haber pasado la fecha de caducidad.
"Cuando nada más funciona, siempre queda Israel". Explica Amir Taheri que así le gustaba describir al difunto periodista egipcio Lutfi al-Juli el lema del radicalismo árabe hace décadas.
El análisis era válido, porque la obsesión árabe con Israel sí funcionó en incontables ocasiones. Los déspotas utilizaron a Israel como excusa de su brutal gobierno. Los líderes corruptos adoptaban la retórica anti-israelí como medio de desviar la atención de sus malas obras. Los intelectuales confusos utilizaban a Israel como objeto de odio para esconder su ineptitud.
Tampoco eran solamente los radicales árabes. El difunto ayatolá Ruholah Jomeini, padre de la República Islámica de Irán, también utilizaba la retórica anti-Israel cuando quiera que se encontrara contra las cuerdas.
Más recientemente, tres hombres han intentado jugar la baza de Israel como medio de escapar de sus respectivos atolladeros: el Presidente de la República Islámica Mahmoud Ahmadinejad, el Presidente de Siria Bashar al-Assad, y Hassán Nasralah, líder de la rama libanesa de Hezbolá. Todos se encuentran bajo creciente presión, tanto de sus electorados nacionales como de la opinión internacional.
Ahmadinejad se encuentra presionado para responder a la oferta de incentivos de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU mas Alemania. Sabe que una respuesta positiva a la oferta podría marcar el final de su estrategia de extender la influencia de la República Islámica por todo Oriente Medio - pero un rechazo del paquete podría aislar a su régimen, provocar sanciones internacionales, y debilitar su ya inestable régimen dentro de Irán.
Para evitar tener que hacer esa elección, Ahmadinejad decide jugar la baza de Israel. Esto significa movilizar el activo de Hezbolá que la República Islámica creó en el Líbano en 1982 y que ha financiado, entrenado y armado durante el último cuarto de siglo.
No es ningún accidente que, durante las diez últimas semanas, los suministros de armas a Hezbolá se hayan incrementado dramáticamente. En el mismo período, el ministro de defensa de Irán se reunió con los líderes y comandantes de Hezbolá en al menos dos ocasiones. Los medios iraníes dicen que la República Islámica también incrementó el tamaño de su delegación militar de asesoría a Hezbolá como "precaución contra la agresión israelí".
El Assad de Siria también se encontró en posición de necesitar "un señuelo Israel". Los miembros de su familia y él y su administración se arriesgan a una condena por la presunta implicación en el asesinato del difunto premier libanés Rafik Hariri. Lo que es peor, los detractores de su régimen acaban de crear un frente unido en el que antiguos altos cargos baazistas se sientan junto a lideres de la Hermandad Musulmana y destacadas figuras socialdemócratas y liberales. Assad ha intentado sobrevivir convirtiéndose en un vasallo feudal de Teherán; pero sabe que sus amos iraníes podrían abandonarle en cualquier momento.
Provocar un nuevo conflicto con Israel a lo largo del Líbano podría dar a Assad la posibilidad de presentarse en el papel de pacificador. Buthaina Shaaban, uno de los ayudantes de Assad, ha destacado que, si se les permite volver al Líbano, los sirios están dispuestos a desarmar a Hezbolá y cerciorarse de que la frontera libanesa con Israel está tan tranquila como lo ha estado la frontera de tregua entre Siria e Israel durante décadas. Assad también podría estar dispuesto a abandonar a Hamas, igual que Siria abandonó al grupo terrorista kurdo PKK como parte de un acuerdo con Turquía hace una década.
Hezbolá también necesita un señuelo. Con la salida de los sirios y el inicio de la democratización del Líbano, el grupo se encuentra cada vez más aislado. Sus resultados en las primeras elecciones generales democráticas del Líbano fueron decepcionantes -- y su fracaso en las calles más aún. Cada vez que Hezbolá organizaba una manifestación contra las fuerzas democráticas, las segundas respondían con concentraciones cada vez mayores.
Está claro que la aplastante mayoría de los libaneses quiere ver desarmado a Hezbolá de modo que el país pueda tener un único ejército bajo control gubernamental. Así que, ¿qué mejor táctica para Hezbolá que inventar una nueva guerra contra Israel para recordar a los libaneses que aún necesitan a la milicia como su "resistencia nacional"?
El problema para Ahmadinejad, Assad y Hezbolá es que el señuelo Israel puede no funcionar esta vez como lo hizo en el pasado.
El presente conflicto puede haber desviado parte de la atención del G-8 del dossier nuclear iraní. Pero es improbable que el tema desaparezca.
Ahmadinejad sabe que no existe un electorado sustancial anti-Israel dentro de Irán. Su esperanza, por tanto, es lograr el apoyo de los regímenes y las masas árabes gracias a su postura ultra-radical contra Israel. Pero eso no sucedido. A excepción de Siria, ningún régimen árabe ha apoyado a la República Islámica en el tema nuclear. En cuanto a la mitológica "calle árabe", no hay pruebas de que esté a punto de "explotar" en apoyo de Ahmadinejad.
En cuanto a Siria, es improbable que el conflicto en el Líbano desvíe la atención internacional de la implicación del régimen de Assad en el asesinato de Hariri. Tampoco hay ninguna prueba de que Washington esté dispuesto a llegar a un acuerdo con Damasco para apuntalar el régimen de Assad a cambio de su cooperación en otros temas, incluyendo el desarme de Hezbolá.
El mayor perdedor bien podría ser Hezbolá. Ni Irán ni Siria están dispuestos a arriesgarse a una guerra mayor con el fin de salvarle de la destrucción. Esto quedaba claro el viernes, cuando Ahmadinejad, dando un discurso en una gira provincial, pedía a "la comunidad internacional" que pusiera fin al conflicto "conteniendo a Israel". Esto era extraño viniendo de un nombre que, antes del presente conflicto, había llamado a destruir Israel en más de una docena de ocasiones.
Dentro del Líbano, Hezbolá no ha logrado alistar el apoyo ni siquiera de sus aliados formales, incluyendo a Nabih Berri, el líder del Movimiento Amal chi'í más moderado, o el General Michel Aoun, el político maronita que había firmado una alianza con Nasralah.
Ahmadinejad, Assad y Hezbolá bien podrían haber planeado un conflicto limitado con Israel, en el que el estado judío retrocedería, granjeándoles una victoria moral. Su plan podría haberse basado en la premisa de que Israel no se atrevería a expandir el alcance de la guerra provocada por Hamas y Hezbolá.
Hoy, el trío se encuentra solo. La mayor parte de los árabes rechazan verse arrastrados a una guerra mayor en la forma de la cual nadie les dio vela. Además, la mayor parte de los libaneses no ve el motivo por el que debieran arriesgarse a la destrucción de su país únicamente para permitir a Hezbolá conservar un estado dentro del estado.
A la táctica del "señuelo Israel" se le podría haber pasado la fecha de caducidad.
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