intelectuales franceses llaman a defender a Robert Redeker
Robert Redeker enseñaba filosofía en un liceo de la región de Toulouse. En Le Figaro del 19 de septiembre firmó un artículo de opinión titulado: “Frente a las intimidaciones islamistas, ¿qué debe hacer el mundo libre?”. Acusado de haber “ofendido al Profeta”, Robert Redeker está desde entonces amenazado de muerte. Como Salman Rushdie, perseguido durante quince años por todo el planeta. Como Theo van Gogh, abatido como un perro el 2 de noviembre de 2004 en una calle de Amsterdam.
Las amenazas de muerte contra Robert Redeker, muy precisas y emanadas de organizaciones de la órbita de al-Qaeda, han sido autentificadas por la policía francesa y la DST. En sus sitios de Internet, las amenazas contra Robert Redeker incitan abiertamente a seguir el ejemplo del asesino de Theo van Gogh.
Desde la publicación de su artículo la vida de Robert Redeker es una pesadilla. Así la describe en carta a un amigo: “Ya no tengo derecho a habitar en mi casa (en los sitios que me condenan a muerte hay un plano que indica cómo venir a mi casa para matarme, está mi foto, fotos de los lugares donde trabajo, números de teléfono y el acta de condena). Pero al mismo tiempo nadie me da asilo, me veo obligado a mendigar, dos noches aquí, dos noches allá... Estoy bajo protección policial permanente. Tengo que anular todas las conferencias previstas. Y las autoridades me obligan a mudarme. Soy un sin techo. Se sigue una situación financiera demencial, con todos los gastos a mi cargo, incluidos los eventuales de un alquiler de un mes o dos lejos de aquí, dos mudanzas, gastos de notario, etc. Es muy triste. He ejercido un derecho constitucional, y se me castiga en el propio territorio de la República”.
Cualquiera que sea el contenido del artículo de Robert Redeker, estamos ante un ataque extremadamente violento contra la soberanía nacional. Se formula una amenaza de asesinato en nuestro territorio con toda impunidad, y eso es absolutamente inadmisible.
Un puñado de fanáticos agita en este momento pretendidas leyes religiosas para poner en cuestión, en nuestro país, nuestras libertades más fundamentales. Esta amenaza se añade a los murmullos que se pueden oír aquí y en toda Europa sobre las “provocaciones” que a partir de ahora habría que evitar para no herir supuestas sensibilidades extranjeras.
Se desaconseja usar minibikini en Paris-Plages, lo mismo que escuchar a Mozart en Berlín o al papa en Ratisbona. Esos murmullos están dictados por el miedo, y no los admitimos. Como tampoco admitimos las primeras declaraciones del SNES, sindicato de docentes que pretende negar su solidaridad a un profesor hoy amenazado en su vida misma.
Los tiempos vuelven a ser duros en Europa. No es la hora de la cobardía. Por eso hacemos un llamamiento solemne a los poderes públicos no sólo para que sigan protegiendo como ya lo hacen a Robert Redeker y los suyos, sino también para que, mediante un gesto político fuerte, se comprometan a mantener sus recursos materiales mientras se encuentre en peligro, como no han vacilado en hacer las autoridades inglesas a lo largo de toda la duración del caso Rushdie.
Apelamos también a los representantes de todas las religiones, y de modo especial a los musulmanes, para que coloquen bajo su protección a Robert Redeker, como deben hacerlo con toda persona amenazada en su vida.
Alexandre Adler, Laure Adler, Elisabeth Badinter, Pascal Bruckner, Michel Deguy, Raphaël Draï, Roger-Pol Droit, Elisabeth de Fontenay, Alain Finkielkraut, François George, André Glucksmann, Romain Goupil, André Grjebine, Claude Lanzmann y el comité de redacción de la revista “Les Temps modernes”, Corinne Lepage, Bernard-Henri Lévy, Olivier Rolin, Elisabeth Roudinesco, Guy Sorman, Pierre-André Taguieff, Michel Taubmann y la redacción de la revista “Le Meilleur des mondes”, Philippe Val, Marc Weitzmann.
Las amenazas de muerte contra Robert Redeker, muy precisas y emanadas de organizaciones de la órbita de al-Qaeda, han sido autentificadas por la policía francesa y la DST. En sus sitios de Internet, las amenazas contra Robert Redeker incitan abiertamente a seguir el ejemplo del asesino de Theo van Gogh.
Desde la publicación de su artículo la vida de Robert Redeker es una pesadilla. Así la describe en carta a un amigo: “Ya no tengo derecho a habitar en mi casa (en los sitios que me condenan a muerte hay un plano que indica cómo venir a mi casa para matarme, está mi foto, fotos de los lugares donde trabajo, números de teléfono y el acta de condena). Pero al mismo tiempo nadie me da asilo, me veo obligado a mendigar, dos noches aquí, dos noches allá... Estoy bajo protección policial permanente. Tengo que anular todas las conferencias previstas. Y las autoridades me obligan a mudarme. Soy un sin techo. Se sigue una situación financiera demencial, con todos los gastos a mi cargo, incluidos los eventuales de un alquiler de un mes o dos lejos de aquí, dos mudanzas, gastos de notario, etc. Es muy triste. He ejercido un derecho constitucional, y se me castiga en el propio territorio de la República”.
Cualquiera que sea el contenido del artículo de Robert Redeker, estamos ante un ataque extremadamente violento contra la soberanía nacional. Se formula una amenaza de asesinato en nuestro territorio con toda impunidad, y eso es absolutamente inadmisible.
Un puñado de fanáticos agita en este momento pretendidas leyes religiosas para poner en cuestión, en nuestro país, nuestras libertades más fundamentales. Esta amenaza se añade a los murmullos que se pueden oír aquí y en toda Europa sobre las “provocaciones” que a partir de ahora habría que evitar para no herir supuestas sensibilidades extranjeras.
Se desaconseja usar minibikini en Paris-Plages, lo mismo que escuchar a Mozart en Berlín o al papa en Ratisbona. Esos murmullos están dictados por el miedo, y no los admitimos. Como tampoco admitimos las primeras declaraciones del SNES, sindicato de docentes que pretende negar su solidaridad a un profesor hoy amenazado en su vida misma.
Los tiempos vuelven a ser duros en Europa. No es la hora de la cobardía. Por eso hacemos un llamamiento solemne a los poderes públicos no sólo para que sigan protegiendo como ya lo hacen a Robert Redeker y los suyos, sino también para que, mediante un gesto político fuerte, se comprometan a mantener sus recursos materiales mientras se encuentre en peligro, como no han vacilado en hacer las autoridades inglesas a lo largo de toda la duración del caso Rushdie.
Apelamos también a los representantes de todas las religiones, y de modo especial a los musulmanes, para que coloquen bajo su protección a Robert Redeker, como deben hacerlo con toda persona amenazada en su vida.
Alexandre Adler, Laure Adler, Elisabeth Badinter, Pascal Bruckner, Michel Deguy, Raphaël Draï, Roger-Pol Droit, Elisabeth de Fontenay, Alain Finkielkraut, François George, André Glucksmann, Romain Goupil, André Grjebine, Claude Lanzmann y el comité de redacción de la revista “Les Temps modernes”, Corinne Lepage, Bernard-Henri Lévy, Olivier Rolin, Elisabeth Roudinesco, Guy Sorman, Pierre-André Taguieff, Michel Taubmann y la redacción de la revista “Le Meilleur des mondes”, Philippe Val, Marc Weitzmann.
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