¿por que no se le dice terrorismo de origen islamico al terrorismo de origen islamico?
en los siguientes articulos los autores señalan algo que a mi me molesta mucho y es eso de que cuando ahi un atque terrorrista de origen islamico no se señala eso,por ejemplo en los ataques fallido qu ehubo en inglaterra recientemente se dijo que fueronn hechos por "sujetos de origen asiatico" en esa denominacion podian entrar budistas,hinduistas,shintoistas etc etc ¿por que no se les dice a las cosas por su nombre?
(Publicado en The Boston Globe, 11 de julio de 2007)
¿Está vinculado el Islam radical con el terrorismo? Un buen número de prominentes voces británicas se pronunciaba sobre la materia tras los frustrados atentados terroristas recientes -- los dos coches bomba sin detonar llenos de bombonas de gas y clavos en el West End londinense y el 4x4 en llamas empotrado por presuntos terroristas suicida contra la terminal principal del aeropuerto internacional de Glasgow.
Considere las siguientes reacciones:
Una afirmaba que la palabra "musulmán" no se debe utilizar en relación con el terrorismo, e insistía en que hasta la frase "guerra contra el terror" debería ser desechada.
La segunda advertía de igual manera de señalar al islam, afirmando que en Londres, "Los musulmanes son... menos dados a utilizar la violencia para lograr fines políticos que los no musulmanes".
La tercera, preguntada sobre si extremistas musulmanes podrían ser responsables de las atrocidades intentadas en Londres y Glasgow, aconsejaba: "Evitemos presunciones... podría ser el trabajo de musulmanes, cristianos, judíos o budistas”.
Por el contrario, la cuarta observaba el parecido de las recientes tentativas terroristas con "otras conspiraciones recientes fundamentalistas islámicas británicas", establecía "la teología islámica" como "el verdadero motor de nuestra violencia", y describía a los jihadistas británicos como "asesinos sin cerebro" que "han declarado la guerra al mundo entero”.
Las primeras tres declaraciones, falsas pero modelo de corrección política, fueron hechas respectivamente por (1) el nuevo primer ministro de Gran Bretaña, Gordon Brown, (2) el alcalde de Londres, Ken Livingstone, y (3) Daud Abdaláh, secretario general en funciones del Consejo Musulmán de Gran Bretaña. Sus comentarios llegaban apenas días antes del segundo aniversario de los letales atentados contra el transporte público londinense del 7 de Julio, y menos de un año desde que 24 musulmanes británicos fueran detenidos por planear volar por los aires aviones de pasajeros sobre el Atlántico. Aún así, los tres hombres hablaban como si no hubiera ninguna huella de que Gran Bretaña sea un campo de batalla de la Jihad global del islam militante -- como si solamente un patán o un fanático pudiera imaginar que hubiera musulmanes de alguna manera vinculados a los coches bomba de Londres y Glasgow .
¿Y que hay de la cuarta declaración? Ésas fueron las palabras sencillas de Hassán Butt, portavoz en tiempos de la organización islamista radical al-Muhajiroun, que ha renunciado a su vida anterior. En un ensayo publicado la semana pasada en el Daily Mail, Butt destacaba que los jihadistas no están motivados por una oposición a la política exterior norteamericana o británica, sino por la teología fundamentalista que pretende someter al mundo entero a la "justicia islámica". Los imanes radicales, escribía, enseñan a sus seguidores que tienen que luchar por Dar al-Islam (la casa del Islam) contra Darl al-Harb (la casa de la guerra -- es decir, los infieles a derrotar). Y "en Dar el-Harb, todo vale, incluyendo la traición y la cobardía de atacar a civiles".
Cerrando los ojos a la teología radical de los jihadistas, dice Butt, las instituciones musulmanas principales facilitan que los extremistas recluten a seguidores nuevos. Sus palabras se aplican con igual fuerza a líderes políticos como Brown o Livingstone:
“Rechazan afrontar la verdad difícil y con frecuencia compleja de que el islam puede ser interpretado como condonación de la violencia contra el infiel -- y en su lugar repiten el mantra de que el islam es paz, y esperan que todo este debate se esfume”.
Las guerras no se pueden ganar con negación y ceguera voluntaria. Pero en sentidos grandes y pequeños, los líderes y las instituciones occidentales evitan deliberadamente ver la realidad de la amenaza islamista. El secretario general de la ONU Ban Ki-moon culpa al calentamiento global del genocidio que está siendo perpetrado en Darfur, no al régimen jihadista de Sudán. Un importante candidato a suceder al Presidente Bush, el Senador por Illinois Barack Obama, mantiene una pródiga página web de campaña con detallados documentos de posturas que no tienen nada que decir acerca de la guerra agresiva del islam radical. Otro candidato, el exsenador John Edwards, prepara un discurso de 5.200 palabras para el Council on Foreign Relations -- y, de paso, dedica solamente 19 de ellas a la amenaza del extremismo islámico.
La ofuscación es a veces casi cómica. El New York Times, informando del ataque de Glasgow en portada, evitaba cuidadosamente utilizar la palabra con m para identificar a los terroristas musulmanes de Gran Bretaña. En su lugar, atribuía los atentados del siete de Julio a la "desencantada población del sur de Asia" en Gran Bretaña, e informaba de que los terroristas de Glasgow "procedían del sur de Asia". (Como señalaba Joel Mowbray para el blog Powerline, los hindúes indios son la mayor población demográfica procedente del sur de Asia en el Reino Unido).
De igual manera, 7 periodistas colaboraban con la noticia de AP acerca de los médicos de la jihad detenidos ("Grupo diverso presuntamente implicado en complot británico"), pero de alguna manera pasaban por alto la teología radical que compartían presumiblemente. Lo más cerca que llega la noticia es la especulación de un experto de una institución de que los médicos detenidos "descubrieron que compartían alguna ideología común, y a continuación decidieron actuar". Robert Spencer comenta irónicamente en JihadWatch: “¡Joderué coincidencia! Me pregunto qué ideología tenían todos en común".
La corrección política no es ninguna estrategia para la victoria. Los fascistas islámicos no nos odiarán menos si evitamos toda mención a la teología que los inflama. Ganar la guerra que los jihadistas han declarado -- la guerra de Dar al-Harb y Dar al-Islam -- empieza por la claridad moral. La negación es un lujo que no podemos permitirnos.
Negación islamista en Gran Bretaña
Por Robert Spencer
(Publicado en FrontPageMagazine, 3 de julio de 2007)
Como consecuencia de los dos coches bomba descubiertos en Londres y el jeep en llamas que se empotró contra una terminal del aeropuerto de Glasgow, el nivel de amenaza del terror en Gran Bretaña se ha elevado a crítico. Las autoridades británicas siguen buscando sospechosos, y no han descartado la posibilidad de que se estén planeando más ataques catastróficos, y podrían ser inminentes. Las autoridades vienen observando parecidos razonables entre estos acontecimientos y anteriores conspiraciones de la jihad, y están investigando un probable vínculo entre uno de los presuntos terroristas del coche y el terrorista jihadista islámico Dhiren Barot, que cumple cadena perpetua por conspiración para atentar contra la sede del Banco Mundial, la bolsa de Nueva York y las oficinas del Fondo Monetario Internacional, entre otros blancos.
Como se ha convertido en el patrón de tales casos, las autoridades se cerraron en banda y rehusaron considerar las implicaciones de las pruebas en torno a que los sucesos de Londres y Glasgow estuvieron motivados por la ideología de la jihad islámica. Daud Abdaláh, el secretario general en funciones del Consejo Musulmán de Gran Bretaña (MCB), sugería que la religión de los atacantes era fortuita con respecto a sus acciones, al decir: “No creemos un problema hipotético… que puede ser trabajo de musulmanes, cristianos, judíos o budistas”. El nuevo primer ministro británico, Gordon Brown, comparecía para convenir, diciendo que deben hacerse nuevos esfuerzos para ganar los “corazones y las mentes” de los musulmanes. “Hemos de separar”, añadía, “a esos grandes miembros moderados de nuestra comunidad de unos cuantos extremistas que deseen practicar la violencia y causar el máximo número de víctimas mortales en interés de una perversión de su religión”. El nuevo primer ministro de Escocia, Alex Salmond, aseguraba a musulmanes de Escocia que no hay comunidad “que vaya a ser culpada” como consecuencia del ataque contra el aeropuerto de Glasgow. “En Escocia”, mantenía, “la comunidad musulmana es parte del tejido social, y es enormemente importante para la vida social, y este vínculo con la comunidad seguirá siendo fuerte”. El alcalde de Londres Ken Livingstone fue aún más lejos, afirmando: “En esta ciudad, es más probable que los musulmanes sean respetuosos con la ley que los no musulmanes, y es menos probable que apoyen el uso de la violencia para alcanzar fines políticos”.
Estas palabras fueron sin duda tranquilizadoras para Mohammad Sarwar, político de Glasgow y miembro del Parlamento hasta que tuvo que dimitir a finales de junio tras recibir amenazas de muerte de musulmanes a causa de su colaboración para detener a un grupo de asesinos musulmanes. A pesar de este desagradable encuentro cercano con el fundamentalismo islámico, Sarwar parecía más preocupado por las acciones de los no musulmanes contra musulmanes. Anunciando que los líderes musulmanes de Escocia se iban a reunir en una cumbre precipitada en Glasgow, explicaba: “Les preocupa las represalias, y es por lo que se ha convocado la reunión de emergencia”.
Osama Said, de la Asociación Musulmana de Gran Bretaña, mientras tanto expresaba exasperación por el hecho de que los no musulmanes esperasen que los musulmanes fueran activos oponiéndose a las actividades del terror dentro de la comunidad islámica: “Estamos enfurecidos con esto”, decía - es decir, por la idea de que los complots jihadistas deberían verse como un desafío a la comunidad islámica en general a hacer más contra el terrorismo, no por la idea de las propias conspiraciones jihadistas. “Como comunidad”, decía, “no solamente es igual de probable que seamos tan víctimas como cualquier otro, sino que también se nos pide que proporcionemos información y que en alguna medida asumamos la responsabilidad de esto. Nos pone enfermos ser definidos como comunidad por el terrorismo y tener que responder a ello”.
La cólera de Said era irónica a la luz de la rapidez con la que Brown, Livingstone, y Salmond trazaban distinciones entre la comunidad musulmana de Gran Bretaña y los que estaban detrás de los planes jihadistas de Londres y Glasgow. A medida que las investigaciones progresaban a lo largo del fin de semana, ningún funcionario británico decía nada en absoluto sobre la necesidad de que los musulmanes de Gran Bretaña redoblen sus esfuerzos para enseñar contra la ideología de la jihad de la supremacía islámica, formular una nueva interpretación del Corán y la Sunnah, rechazar interpretaciones legales literales y corrientes de una gran cantidad de pasajes, renunciar a cualquier intención de imponer la sharia en Gran Bretaña en algún momento del futuro, y de trabajar mucho más íntimamente con las autoridades británicas para extirpar a los jihadistas de entre sus filas. En Gran Bretaña, solamente el ex-jihadista Hassán Butt, que ahora se denomina musulmán moderado, hablaba de manera más realista sobre lo que es necesario hacer: “No es bastante que los musulmanes digan que porque se sienten en casa en Gran Bretaña, simplemente pueden ignorar esos pasajes del Corán que les dan instrucciones de matar a los infieles. Al rechazar poner en duda argumentos teológicos de siglos de antigüedad, las tensiones entre teología islámica y mundo moderno crecen a diario”.
El silencio sepulcral oficial sobre el elemento islámico de los ataques fue más cómico a la luz de las revelaciones de que las autoridades británicas estaba profundamente preocupadas por el hecho de que los conspiradores de Londres y Glasgow no tenían ningún vínculo claro o fácilmente discernible con grupos terroristas: pasaban "desapercibidos". Uno comentaba: “Si no hay rastro entonces esto significa que la situación del terrorismo en el Reino Unido es mucho peor de lo que habíamos pensado”. Realmente lo es, porque ningún colectivo musulmán ni del Reino Unido ni de ninguna parte ha trazado alguna distinción entre los jihadistas y ellos que sea lo bastante clara como para evitar que esos jihadistas se muevan libremente entre los musulmanes pacíficos. No han expulsado de las mezquitas a los jihadistas, y no han instituido programas integrales y obligatorios para enseñar contra la ideología de la jihad. Y puesto que la amenaza no se está desafiada a nivel ideológico, es enteramente posible que un musulmán pacífico se vuelta jihadista en las narices de las autoridades -- como ha pasado con Mike Hawash y otros en Estados Unidos.
El problema es, por tanto, mucho mayor de lo que las autoridades británicas piensan, y mucho mayor de lo que están dispuestas a admitir al menos. Hasta que estén dispuestas a hacer frente al hecho de que los atacantes como los que venimos viendo en Gran Bretaña en los últimos días simplemente no podrían haber sido budistas, sino que proceden de la comunidad islámica y que basan sus acciones en principios islámicos, no se ocuparán de la raíz de este problema de manera realista, y vamos a ver muchos más ataques. “Creo”, dice Butt, “que el tema del terrorismo puede ser desmitificado fácilmente si musulmanes y no musulmanes comienzan a debatir abiertamente las ideas que alimentan el terrorismo”. ¿Tienen Brown, Livingstone, Salmond o el resto el valor para hacer esto?
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